LA "EXEPCION" CHILENA. UNA CONTRARREVOLUCION NEOLIBERAL MADURA.



La“excepción” chilena.
Una contrarrevolución neoliberal madura1.

Rafael Agacino*

A André Gunder Frank,
compañero de luchas, militante del futuro.



En Chile la deuda externa no ha sido un problema central desde 1985-86; no lo es ahora ni
lo será en el futuro inmediato. La deuda externa a mediados de los ochenta, el peor momento para la economía chilena, se empinó sobre el 110% del PIB, alcanzó más de cinco veces las exportaciones y las reservas internacionales a penas alcanzaban para cubrir el 8% de lo adeudado. En la actualidad, si bien la deuda se ha más que duplicado (de US$ 20 mil millones a US$ 44 mil millones), sólo representa el 48% del PIB, poco menos del doble de las exportaciones y las reservas internacionales en dólares cubren el 35% de la deuda total. Y para el futuro inmediato, dado que la economía viene recuperándose con fuerza de un ciclo de ralentización que la mantuvo con un crecimiento bajo (3,1% medio anual del PIB entre 1998 y 2004), una tasa de inflación baja y controlada (1% el 2004), un precio del cobre en alza (sobre US$ 1,2 la libra durante el 2004) y un tipo de cambio levemente depreciado pero estable, no se vislumbran problemas de asfixia financiera ninguna.

Considerando los últimos quince años esta situación contrasta con la trayectoria seguida por las economías latinoamericanas. Pero ¿cómo ha sido posible este cambio tan radical si el modelo económico vigente es el mismo que amplificó la crisis de la deuda externa de inicios de los años ochenta?La razón es tan simple como compleja. La potencia del modelo chileno y su excepcionalidad, en gran medida sólo puede explicarse a partir de un hecho político clave:
la emergencia de una franja de las clases dominantes con visión estratégica que, frente a la crisis de los ochenta, logró anteponer a los intereses fraccionales el interés del “capital en general”.



Luego de la conspiración contra Allende (1973), la primera prueba de esta franja fue imponer, aún con la oposición del desarrollismo nacionalista burgués, el proyecto neoliberal como programa de estratégico de la contrarrevolución (1975-1982), y mas tarde, durante la propia crisis (1982-1983) y años siguientes (1984-1989), aplicar los ajustes exigidos por el FMI y desarrollar completamente el programa de reformas estructurales del Banco Mundial, aún a costa de la burguesía media y pequeña.


Durante la crisis de la deuda (1982-1983), los chicago boys trastabillaron pero prontamenterecuperaron su lugar. Desde la perspectiva técnica, operaron en dos direcciones con efectos de corto y largo plazo. En lo inmediato, se devaluó la moneda nacional, se disminuyó el gasto público y redujo abruptamente los salarios reales cerrando la brecha externa a pie forzado en menos de tres años. En lo mediato, se abrió un espacio de negociación de la deuda externa, primero, transformando toda la deuda privada en deuda pública, y segundo, ofreciendo un mecanismo de “capitalización” cuya lógica fue pagar (recomprar los “pagaré de la deuda”) con activos productivos estatales lo cual implicó una segunda oleada masiva de privatizaciones (la primera había sido la devolución de las firmas estatizadas por Allende), esta vez dirigida a capitales trasnacionales.
La política de shock dio resultado prontamente: a partir de 1984 la economía recuperaría su senda de crecimiento y no se detendría hasta 15 años después (1999). Paralelamente las reformas estructurales continuarían aplicándose, primero, por la dictadura, y luego, a partir de los años noventa, después de la transición a la democracia, por los gobiernos civiles, incluida la izquierda reconvertida.
Lo notable de este proceso, en especial aquél que se desencadena con posterioridad a la crisis de la deuda, es que el bloque en el poder supo equilibrar los intereses parciales de las fracciones del gran capital con los “intereses generales” que, para los neoliberales criollos, se resumían en los fundamentos doctrinarios del modelo. Naturalmente, esta reestructuración implicó también una derrota estratégica del movimiento de trabajadores y popular y del conjunto de la izquierda.

Por ello, a pesar que la receta de shock del FMI y ajustes estructurales del BM se aplicó en todos los países de la región, sólo en Chile resultó efectiva. Aquí no hubo “sálvese quien pueda” sino un proceso suficientemente ordenado de reestructuración capitalista que permitió superar la crisis, sostener el modelo y prolongarlo hasta hoy.
El ajuste fue tan radical y las reformas tan profundas que los efectos de largo plazo se dejan sentir hasta hoy cuando seguimos viviendo bajo el mismo modelo. A mediados de los ochenta el balance del éxito era: la mitad o mas de la población en condiciones de pobreza; mas de un cuarto de la fuerza de trabajo desempleada y un deterioro estructural de las condiciones de trabajo que generalizaría lo que en los años noventa se conocería como “empleo precario”. A fines de la misma década, se terminaba con una desnacionalización de la mayor parte de las empresas de utilidad pública y productivas (agua, gas, electricidad, teléfonos, etc.) traspasadas a las trasnacionales y con una reorientación definitiva de la inversión y producción hacía la explotación de recursos naturales y los mercados externos. Se consolidarían las reformas estructurales extendiendo la privatización de la salud, la educación y la previsión y formalizando la desregulación de los mercados, en especial el mercado de trabajo.

Así, a fines de los años ochenta, el Estado desarrollista y de compromiso, nacido en la década de los treinta y confirmado por el estructuralismo cepaliano de los cincuenta, recibía su tiro de gracia definitivo(2)

Chile fue el primer país del sur que implementó esta re-estructuración capitalista de largo plazo. Y lo logró completamente. Lo hizo combinando lo que ninguno de los países del cono sur lograría: dictadura en lo político, apertura y libertad de mercado en lo económico,“fascismo de mercado” como lo bautizó el nobel de economía Paul Samuelson.

En los años noventa, cuando los sectores civiles antidictatoriales acceden al gobierno,dando paso a la “transición a la democracia”, madurará un ciclo expansivo cuya base será precisamente la reestructuración capitalista antes enunciada. Sin embargo, esta vez desde fuera del gobierno pero con un entramado institucional y de poder económico sin precedentes, los inspiradores de la contrarrevolución neoliberal se mantendrán vigilantes y constituirán una “fuerza de facto” que definirá las reglas de la política económica de corto y mediano plazo.

Entre 1990 y 1997 el PIB crece a una tasa media del 7,6% por año, la tasa de desempleo media anual se reduce al 7,1%, la inflación promedio al 13% por año, las exportaciones en valor prácticamente se triplican y la inversión extranjera se multiplica por siete en relación al periodo 1982-1989. La deuda externa, unos US$18,5 mil millones que en 1988 representaban casi el 72% del producto de ese año, en 1997, si bien había aumentado a US$29 mil millones, ya solo representaba el 35% del PIB respectivo. Es el boom del modelo económico chileno, el momento en que se habla que la tasa de desocupación se acerca a la “tasa natural de desempleo” por lo cual habrá que importar peruanos, argentinos, ecuatorianos; es el momento en que el “modelo chileno” se exportaba masivamente al mundo pues mostraba que el neoliberalismo no era incompatible con la democracia y erauna estrategia válida para avanzar al desarrollo.

Entre los años 1997 a 2003, si bien el modelo atravesó por un período de ralentización del
crecimiento y de incapacidad estructural para generar empleos, hechos que reflejan unagotamiento de las fuentes de acumulación, de todas formas no ha entrado en períodos de crisis financieras como Perú, Ecuador, Bolivia, Argentina y otros países de América latina.

La razón principal estriba en que todas las reformas y todos los costos sociales que ésta implicaban ya se habían realizado y absorbido una década y media atrás, en condiciones de dictadura. Y no es lo mismo iniciar privatizaciones o reducir estructuralmente el tamaño del estado y el gasto público e incluso devaluar la moneda interna, cuando existen sectores sociales que pueden resistir en condiciones de libertad y democracia, por muy precarias que sean éstas, que hacerlo bajo contextos dictatoriales. Así ocurrió en el Perú de Fujimori y de Toledo, en el Ecuador de Bucarán y Gutiérrez, en la Bolivia de Sánchez de Lozada y en la Argentina de Menem y De la Rúa. En todos éstos países la contrarrevolución neoliberal,

expresada en los ajustes de corto plazo tipo FMI y estructurales tipo BM, fue mucho más tardía y no es comparable con el caso chileno dónde esta fue más temprana y realizada bajo dictadura.
Desde otra perspectiva, la contrarrevolución neoliberal chilena, la más exitosa en América Latina, permite anticipar los problemas estructurales que resultan de su aplicación completa. En Chile, la tremenda desigualdad del ingreso, la concentración de la riqueza, la sobre explotación de la fuerza de trabajo y los recursos naturales, la precariedad del empleo y el desempleo estructural resultan del propio crecimiento y acumulación capitalistas y no del estancamiento o el bajo crecimiento. En realidad, éstas características estructurales, incluida una reducción de la pobreza cuya perdurabilidad nadie asegura por la precariedad del empleo, han sido las condiciones para el logro del crecimiento acelerado3. En el largo plazo y más allá de los ciclos cortos, la contra revolución neoliberal chilena muestra como la racionalidad neoliberal avanza agotando y destruyendo sus propias fuentes de crecimiento: el trabajo y los recursos naturales.

Rafael Agacino
gmss@terra.cl.
Santiago de Chile, 27 de abril de 2005.
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1 Publicado en alemán bajo el título: Die chilenische Ausnahme. Porträt einer ausgereiften neoliberalen
Konterrevolution, ILA, Zeitschrift der Informationsstelle Lateinamerika, Nr. 285, Mai 2005, Bonn.
* Profesor Universidad ARCIS.

2 Una discusión detallada sobre los patrones de acumulación desarrollista y neoliberal se encuentra en Rafael
Agacino, Acumulación, distribución y consensos, PET, Revista de Economía y Trabajo, año II, Nro. 4,
Santiago, 1994. Hay versión electrónica en REDEM: www.redem.buap.mx.

3 Véase Rafael Agacino, Chile: Thirty Years After the Coup. Chiaroscuro, Illusions and Cracks in a Mature
Counterrevolution, Latin American Perspectives, Issue 132, Vol. 30, nro. 5, California, september 2003. Este
trabajo amplia y actualiza los problemas anticipados en Rafael Agacino: Cinco Ecuaciones ‘Virtuosas’ del
Modelo Económico Chileno y Orientaciones para una Nueva Política Económica, Revista Problemas del
Desarrollo, Nº112, enero de 1998, UNAM, México DF. Versión electrónica disponible en REDEM.
www.redem.buap.mx